JUAN AGUILERA INZUNZA
Ladrillero de chillancito
El oficio de la obra lo aprendí solamente mirando
En el proceso de producción de este tipo de materiales, así como de otros productos nacidos desde el barro, el calor entregado por el sol es un aspecto fundamental para que el resultado sea de calidad. Junto a ello, la habilidad del maestro, quien debe manejar la composición exacta de los ingredientes, permite obtener el tipo de ladrillo deseado.
Su conocimiento sin embargo, lo acompaña desde los 14 años, época en la que trabajó para un maestro ladrillero, realizando los fletes de los materiales vendidos.
“El oficio de la obra lo aprendí solamente mirando. Yo tenía como 14 años de edad y ya me quería instalar, pero mi papá no me dio la oportunidad. Aprendí solo, mirando, cuando vendía ladrillos aquí, donde el señor Pantoja que tenía una obra. Yo le tiraba fletes. Entonces un día, un amigo me dijo por qué no te instalas con una obra, dije yo, ahí está, y dije yo por qué no lo hago. De ahí me tiré aquí. Como aquí ya vivía, entonces hice mi casa no más. A los 14 años tenía el pensamiento, pero entonces, no me dio la oportunidad la parte de la familia. De ahí dejé pasar esa idea, pasaron los años y ya cuando estaba formado, casado con hijos, ya, dije, ahora para no andar de arriba para abajo, ahora me instalo”.
“Hay distintas maneras de hacer el ladrillo, aquí corren distintas maneras porque hay greda mocha, hay greda que da hebra…, de la liga larga. Cuando le queda con demasiada liga, el ladrillo se pica, mientras menos se pique mejor todavía. La greda mocha, esa no tiene liga larga, es como quien dice, saco un pedazo y se corta rápido, así no más. Así lo tomo yo, pero otra gente la pueda tomar de otra manera. Y ahí me voy guiando hasta que me queda el ladrillo tal como está. Mientras menos se pique, mejor todavía. Si se pega en la mano es que se va a quebrar, se va a tronchar, se va a picar como le llama uno, entonces se vuelve a hacer la mezcla otra vez. Igual el sol arrebata; el sol y el viento le hacen mal, más abrigo, puro calor es lo que necesita”. Cada maestro posee sus propios secretos y eso les otorga el prestigio para atraer a compradores locales o de otras zonas. Juan o Teyo, como todo el mundo lo conoce en la zona, nos explica entonces el proceso de elaboración de sus ladrillos, pero asevera que existen ciertos aspectos que no pueden detallarse porque “ahí ya uno pasa su secreto profesional”.
Parte de la greda que requiere, la obtiene del mismo terreno donde está ubicada su obra y otra parte es adquirida a través de un amigo cercano. Con ella y algunos ingredientes que no quiso revelarnos, prepara una mezcla que debe pasar por un proceso de “trilladura” para alcanzar el “punto” preciso que permita modelar los ladrillos. Los caballos, con sus constantes pisadas, revuelven la mezcla por un lapso que él define conveniente hasta lograr una pasta homogénea. Esta pasta reposa durante 24 horas y luego se traslada en carretilla hasta el lugar de moldura. Un molde de madera para dos ladrillos se rellena con la pasta y se van formando
hileras de ladrillos “recién cortados. También pueden hacerse moldes de 3 ó 4 ladrillos, pero así es menos pesado”, nos explica.
Luego de cuatro días expuesto al sol directo, el ladrillo está seco y listo para pasar a la fase de horneado. Para evitar cualquier dificultad “uno le da más días por la sencilla razón de que no lleve tanta humedad”.
Una vez que el maestro ha calculado la cantidad de ladrillos a quemar, se inicia entonces el proceso de cocción. “El horno me hace como siete mil ladrillos y lo lleno hasta arriba. Son catorce hileras para arriba. Esto se llama tronera, donde se echan los fuegos. Se van poniendo los ladrillos, pero no quedan tan apilados como para que no pase el calor…Esto queda abierto, solamente arriba se le pone una tapa con ladrillos de tapa, que por un lado quedan negros. También hay ladrillos de orilla que sirven para encerrar el horno”. Si el horno se hace chico, Teyo nos explica que va subiendo sus paredes con los mismos ladrillos. “Así como voy teniendo material, lo voy agrandando”. El período de horneado también es parte de sus secretos, “esa parte no la entrego”, insiste. El resultado final es un ladrillo listo para ser comercializado. Aquellos que se quiebran o que no cumplen con la calidad deseada, vuelven a la zona de mezcla para ser reciclados.
Llama la atención la actualización de sus conocimientos de
Agradecemos la gentileza de don Juan Aguilera Izunza, por su Tiempo para dar a conocer sus experiencias y conocimientos.
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